Croissants, mujeres espigadas y lujo. Es lo que se espera de París. Los turistas se bajan del avión esperando una carta postal, una pintura o una escena de película. ¡ Qué ganas de pasear por los campos Elíseos, subir a la torre Eiffel ! Perfecto. Pero es sólo un cristal del prisma parisino.

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Según un censo de 2008 del Instituto Nacional de la Estadística y Estudios Económicos, la población de esta urbe cuenta con aproximadamente 2 millones de habitantes. Es la quinta ciudad europea y la aglomeración – París y sus afueras – comprende 396 comunidades de 10 197 678 habitantes.

En esta masa de gente no todos aparecen en la cobertura de Vogue. No todos pasean con su baguette bajo el brazo y una boina roja en la cabeza. Los ocupantes de esta venerable aglomeración, vienen de toda Francia y el mundo. Los hijos legítimos de la ciudad Luz se cuentan con los dedos de la mano, mano tentacular, claro.

No hay que olvidar que París – como todas la grandes metropólis – es un imán de otras culturas. Un caleidoscopio con colores africanos, asiáticos, europeos,…  A ese calidoscópio le cuesta, a menudo, encontrar una armonía. Imigrantes, artistas, refugiados, intelectuales, desafortunados, cazafortunas y bandidos se apropian esta ciudad, por algunos meses, años, hasta generaciones enteras.

El París de los visitantes no es el París de todos sus habitantes. La primera capital turística del mundo tiene vitrinas mas allá del Louvre. Basta con alejarse del trazado que impone el guía del tour para darse cuenta.